miércoles, 16 de marzo de 2011

Danzas andinas hoy en Santiago de Chile; el pasacalle andino como espacio intercultural del encuentro.

Introducción
Actualmente en Santiago de Chile podemos observar en manifestaciones tanto artístico-culturales como políticas, un conjunto de organizaciones de danzas andinas. Una de las fechas más emblemáticas para estos colectivos constituye la conmemoración del 12 de Octubre, pero, poco a poco, han ido trascendiendo a esta fecha estando presentes en la festividad de la Chakana, representación en el Cerro Chena (San Bernardo) de la festividad del Tinku, que acontece en Macha, Bolivia; en marchas de apoyo al pueblo mapuche; en carnavales poblacionales, entre otras actividades.
La gran mayoría de estos grupos son constituidos por personas no indígenas, estudiantes, pobladores, profesionales, algunos aymara y mapuche, que se posicionan como sujetos cercanos a lo indígena, en especial a lo aymara y quechua a través de la representación tanto de danzas indígenas como mestizas.
Este artículo tiene como objetivo reflexionar sobre las danzas andinas como un espacio articulatorio de lo intercultural en la urbe, en tanto diálogo, encuentro, reconocimiento de nuestra condición de mestizos, a través del análisis de las prácticas discursivas de estos colectivos en la ejecución de la danza del tinku, en torno a la marcha del 12 de octubre y la fiesta de la chakana.
Las danzas en Los Andes: festividad y ritualidad
La danza andina puede definirse como un ritual, en tanto secuencia de actos que comprende gestos, palabras, objetos, celebrado en un lugar determinado con el fin de influir en las fuerzas o entidades sobrenaturales en función de los objetivos e intereses de los que lo llevan acabo (Turner, 1969).
El ritual, por ende, es la puesta en escena de una serie de actos y de hablas que evocan una dimensión colectiva y formal, generando un conjunto de símbolos y significados compartidos por los sujetos, que delimitan una identidad social (Turner, 1969).
Las danzas andinas tradicionales, en contraposición a las criollas mestizas, poseen simultáneamente un carácter festivo, religioso y ritual, dando cuenta de una relación íntima con una territorialidad, un tiempo determinado, como un todo interconectado, sobre la base un cúmulo de significados intrínsecos a cada cultura que se reactualizan en cada gesto, en cada paso, en cada danza (Milla, 1999).
En el mundo andino históricamente ha existido un calendario de danzas constituido por diversos hitos, los cuales festejaban y conmemoraban los diferentes estados de la tierra a través del profundo conocimiento de la naturaleza y el cosmos. Estas prácticas se llevaban a cabo en la cima de cerros, apus, achachilas o huacas. Al imponerse la religión cristiana estos sitios sagrados fueron remplazados por los santos  cristianos, o cruces, pero su significado tradicional agrícola se ha mantenido hasta nuestros días, siendo el símbolo más representativo el de la virgen en tanto pachamama (Milla, 1999).
El significado cultural de las danzas indígenas andinas está en la dualidad femenina-masculina, dos polos opuestos y complementarios, representada en todos los rasgos de la cosmovisión aymara.quechua, en su concepción de ser interno, en la sustentación del universo y del orden político-social que reglamentaban los ayllu, en tanto colectividad, que a diferencia de la comunidad folclórica no es transitoria, sino que se perpetúa en diferentes espacios y sentidos, vinculándose con el concepto pacha (tierra, ciclo) , y el de ayni (reciprocidad), ya que entre los opuestos existe una mediación al tomarse de las manos en la danza, un centro, llamado Tinku, Taypi, como generador de energía, enfrentamiento y a la vez una complementación de un todo (Chuquimia, 2006; Waman, 2006).
La danza es ante todo en el mundo andino un espacio ritual, festivo, un universo simbólico en el que se construye un sentido de pertenencia y apropiación de una colectividad con ciertas prácticas culturales. 
Bajo esta misma lógica el concepto de fiesta, y por ende de festividad, es inherente al ser humano, respondiendo a una necesidad interpretativa de dominar simbólicamente diversas facetas de la vida cotidiana, siendo un fenómeno social que transita en el nivel del poder simbólico, articulando colectividades, plasmando aspiraciones grupales, facilitando la toma de conciencia o consolidando la alienación (Rossells, 2009).
Toda festividad refleja el escenario de representaciones de los diversos rostros de una sociedad, las contradicciones, anhelos, confrontaciones, el reconocimiento de identidades.
En el contexto andino una de las festividades más importantes es la Jacha Qhana, celebración de la cruz adnina. La Constelación de la Cruz del Sur es uno de los símbolos más importante de las culturas andinas, estando presente en su iconografía a través de textiles, objetos ceremoniales y vestimenta; esta representación corresponde a una cruz cuadrada escalonada, con 12 puntas y 8 aristas (Rivera, 2005).
El cenit de la Cruz del Sur (cuando la tenemos exactamente en línea recta sobre nosotros) es entre el 2 y 3 de mayo a las 12 de la noche.
Es importante señalar que esta cruz fue poco a poco asociada, en el período de la conquista española, con la cruz católica, lo que de cierta forma posibilitó la yuxtaposición de estos dos elementos en la creación de un sincretismo cultural expresado en el cristianismo andino. Es así que en esta misma fecha la iglesia católica coloca como festividad la Cruz de Mayo, día en que todas las comunidades indígenas colocan cruces en lo alto de sus cerros tutelares para el cuidado de sus cultivos agrícolas y de la comunidad en general (Rivera, 2005).
Específicamente al norte de Potosí, Bolivia, en la localidad de Macha, zona altiplánica quechua, se realiza el tinku, ceremonia en que las dos mitades de una comunidad indígena, la parte alta y la parte baja, se encuentra en un rito de lucha, en el cual a través de una serie de peleas entre grupos de personas que representan a la mitad de la comunidad correspondiente, se establece el grupo ganador, quienes velarán por el cuidado de los cultivos, de las fiestas patronales y de la armonía en la comunidad. El derramamiento de sangre es visto como una ofrenda a la pachamama (Montes, 1999).
Estas luchas entre mitades son acompañadas con música tocada por instrumentos de caña llamados jula julas, tocando en sus inicios una música de trote, para la preparación de la pelea, y luego de wayno (música tradicional andina, conocida en Chile como trote nortino), dando inicio a la lucha por restaurar la armonía de la comunidad.
El ritual del tinku es el elemento central de esta festividad, ya que lo que se pretende establecer es un intercambio de fuerzas necesario para el equilibrio social, regulando tensiones internas de las comunidades a través del ayni, la reciprocidad y complementariedad entre entidades contrapuestas.
Las danzas andinas en Santiago de Chile
Actualmente existen diversas agrupaciones de danza y música andina en Santiago. Podemos asociar este auge a la década de los ochenta con la migración de un conjunto de personas tanto cultores de música y danza andina del norte de Chile (Arica, Iquique, Antofagasta y Calama) como aymaras y quechuas. En este movimiento el grupo musical Arak Pacha, junto a Patara, poeta aymara, y el grupo musical Manka Saya, serán elementos centrales de este proceso, junto al grupo de danza Tun. Será en la década de los noventa donde surgirán grupos emblemáticos de danza y música andina.
Hace alrededor de 7 años que diversas organizaciones de danza y música andina en Santiago de Chile han recreado esta festividad a través de la ejecución del tinku. Es importante señalar que en Chile el tinku llega como una danza heredera de la tradición carnavalera boliviana, que teatraliza el encuentro, la lucha entre dos mitades, esto se debe a que en Bolivia el tinku se transforma en una danza a mediados de los años setenta, conformándose diversos grupos de baile de “proyección” andina, que hoy están presentes en carnavales como el de Oruro y en la Entrada Universitaria de la Paz. En estos últimos años en el norte de Chile podemos ver grupos de tinku en la fiesta de la Virgen de la Tirana, el Carnaval de Arica (Inti Chamampi), en la fiesta del poblado atacameño de Ayquina, así como en la festividad de San Pedro, en Quillota, dando cuenta de un fenómeno bastante reciente y en directa relación a la influencia que ejerece los carnavales bolivianos.
En la región metropolitana se ha comenzado a celebrar esta ritualidad andina bajo el nombre de Jacha Qhana (gran estrella), en el cerro Chena, en San Bernardo. Este cerro ha sido elegido por las diversas organizaciones andinas por su condición de cerro tutelar, achachila, mallku, vigilante, entidad de las alturas, junto a otros cerros (Blanco, Huechuraba, El Plomo).
De cierta forma la reutilización del espacio del cerro Chena ha implicado un proceso de recuperación de tradiciones andinas en la religión, a pesar de no existir información respecto de la celebración en esa zona, por lo que estamos ante un proceso de creación y recreación de costumbres.
La fiesta de la Jacha Qhana en sus inicios es organizado por el grupo de danzas andinas Yuriña, compuesto por santiaguinos, migrantes aymaras de Arica e Iquique, y algunas personas de origen mapuche, pero luego esta fiesta se ha posicionado en diversos grupos de danza y música andina que le dan un sentido de responsabilidad conjunta. Es así que hoy están presentes los grupos de danza Ayllu, Inti Talla, Quillahuaira, Tinkus Legua, Alwe Kusi, Neyén Purrun, Kuyukusi, Chuqillantu, Raíces, Uta Masis, Ayllu Marka, Ayllupura, entre otros. En cuanto a los grupos de música Sambaigo, banda de bronce, son quienes han tomado un mayor rol protagónico en la organización y coordinación de las bandas de bronce.
La fiesta comienza al amanecer, con una caminata hacia la cima del Cerro Chena, donde se realiza una ceremonia, a cargo de un yatiri (curandero) o amauta (sabio) para pedir permiso al cerro para el desarrollo de las diversas actividades que se van a ejecutar. Luego los diversos tinkus danzan a la pachamama, para finalmente descender y comenzar con un pasacalle en el centro de Santiago (Paseo Ahumada).
Esta festividad no sólo reproduce costumbres ancestrales andinas, sino también reflejan un proceso de creación/recreación e invención de tradiciones, como adaptación y reinvención de elementos de esas costumbres ancestrales. La tradición, desde esta perspectiva, responde a la búsqueda de la continuidad con un pasado, que busca inculcar un conjunto de valores, aludiendo a un pasado histórico que suele ser real y suele representar símbolos que son adecuados a los intereses del grupo que hará la invención (Hobsbawm, 1983).
Por otra parte una segunda fecha donde podemos observar la gran presencia de agrupaciones de música y danza andina danzando tinku es la marcha conmemorativa del 12 de octubre.
La ejecución de esta marcha en Santiago se inicia con la conmemoración de los 500 años de conquista, para luego ser realizada por la coordinadora metropolitana mapuche, y en la actualidad por la organización Meli Wixan Mapu, adquiriendo un énfasis en la demandas indígenas mapuche. Es en este contexto que la danza del tinku adquiere un carácter fuertemente reivindicativo.
“Las primeras apariciones de tinku como pasacalle de forma masiva comenzaron hace algunos años cada 12 de octubre en la manifestación o Marcha de los pueblos Indígenas convocada por el pueblo mapuche, la cual transcurre por la principal avenida santiaguina comunicando los problemas y las demandas de este pueblo. Más tarde y a partir de esto, la danza del tinku también se abrió otros espacios y manifestaciones (Artal, 2008)”.
Desde el inicio de esta marcha diversos grupos artísticos-culturales andinos han participado, pero será en el 2000 donde comienza un trabajo conjunto entre estos grupos para consolidar un bloque andino. Uno de los fenómenos más interesante en este proceso es el tinkunazo, pasacalle andino de tinku con la participación de diversos grupos de danza que bailan al unísono gracias a que todos comparten coreografías conjuntas practicadas en la fiesta de la Jacha Qhana. Este tipo de pasacalle comenzó a ser ejecutado durante la huelga de hambre de presos políticos mapuche junto a  Patricia Troncoso, por parte de Tinkus Legua y Quillahuaira, sumándose posteriormente la gran mayoría de los grupos andinos de Santiago, que plantean más bien una posición política frente a la temática indígena.
La marcha del 12 de octubre es la instancia más política del pasacalle andino, en el que se da cuenta del conjunto de demandas y derechos de los pueblos indígenas, y en especial este año 2010 de rechazo al Bicentenario como discurso unificador nacionalista, que sustentó la muerte y asimilación de los indígenas en Chile y América Latina.
Es en la marcha donde se despliega esta visión contestataria de la danza andina, no sólo como muestra de estas reivindicaciones sino también desde el asumir que, en la condición de mestizos e indígenas de los danzantes, la calle es el lugar de la resistencia a la homogenización cultural y a la privatización de los espacios públicos. Es aquí donde también se instala una visión transfronteriza, de hermandad con otros pueblos, a través de cánticos como “agua para los tinkus, mar para Bolivia”, así como una mirada desde lo propiamente indígena, donde el tinku se instituye como un espacio de complementariedad, de fraternidad entre pares.
“Si bien la presencia de esta danza puede ser apreciada como un elemento simbólico-artístico en las manifestaciones, algunos consideran esta presencia como un retorno, al origen de la palabra tinku, pues si bien la confrontación no se da dentro del marco del ritual, sí adquiere una resignificación, que tiene que ver con el desear un equilibrio, igualdad, y en fin es un encuentro en donde varios ríos se reúnen pretendiendo exigir y generar uno más grande y nuevo (Artal, 2008)”.
A modo de cierre: el tinku como espacio de encuentro intercultural
Frente a lo expuesto, podemos decir que el pasacalle andino en Santiago se ha establecido como un lugar de encuentro, un espacio intercultural, ya que en este ámbito la danza se convierte en un elemento central para el reconocimiento, valoración y convivencia con las diferencias, fomentando una actitud de respeto hacia las diversas culturas.
El concepto de interculturalidad remite a un conjunto de principios: la aceptación de la alteridad, la conciencia de ser distintos, el respeto mutuo, el abandono del autoritarismo mediante la construcción de una relación dialógica entre los distintos actores; el fomento de la comunicación y la flexibilidad en las relaciones sociales entre el mundo "occidental" y los pueblos indígenas, elementos que a mi modo de ver están presentes en este tipo de pasacalle.
El interculturalismo es un término que nos involucra a todos, como partícipes de una sociedad multicultural. Debe ser entendida como un proceso a alcanzar, por construir entre todos, como continua relación de alteridad bajo la convivencia de culturas en su diferencia, siendo una tarea política para el ejercicio pleno de los derechos y las obligaciones de todas las personas, y no exclusivamente de los pueblos indígenas.
El lugar de la interculturalidad es un proyecto por construir de diálogo entre las distintas culturas, para fortalecer la justicia y la solidaridad en las relaciones interculturales.

Bibliografía

ARTAL, N. (2008) Danzas, tinkuy y encuentros a lo largo del Tahuantinsuyu y del tiempo. Ponencia X Jornada Andina de Literatura Latinoamericana Estudiantiles Jalla- E, Universidad de San Andrés, La Paz, Bolivia
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1 comentario:

  1. aqui hay un documental sobre el tinku para una mejor comprension https://www.youtube.com/watch?v=BdFSfEWkQAc

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